Salimos a las ocho y media y empezamos por un tramito de carretera hasta llegar al arroyo Guadatin en el que cogemos la primera pista de tierra. Perdices y Trigueros, nos acompañan mientras nos metemos en un mar de trigo aun verde pero que le quedan dos telediarios para estar amarillo fuego.
El tiempo acompaña y aunque hay un poco de viento, vamos haciendo kilómetros. Nos sorprende las vistas que tenemos cada vez que superamos una loma, porque ni Mario ni yo, nunca habíamos realizado este recorrido.
Poco a poco y tras ver el croquis que hice la noche anterior en un papel, vemos a dos kilómetros del yacimiento un cartel indicador: ¡¡¡Mario, no queda nada para llegar¡¡¡. Antes de llegar al yacimiento tenemos que subir una pequeña cuesta y cuando llegamos arriba y pensamos que vamos a ver estas ruinas romanas...nuestro gozo en un pozo: una cancela, con candado y sin un cartel que diga si el yacimiento es visitable, si se puede pedir cita ni nada...
Bueno, con las mismas regresamos y volvemos a Villafranca por el mismo mar de trigo y satisfechos por la ruta realizada.
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Uno de los atajos del día entre el trigo
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En estos días la campiña presenta un paisaje increible
Os dejo como siempre, un enlace para profundizar sobre Ategua:
http://www.ategua.es/web/Index.asp
Saludos, Ivan.
Lo que de verdad es importante es disfrutar del paisaje y contar con un GPS humano, que es lo que tiene Iván en la cabeza. Sin ese sentido de la orientación difícilmente hubiéramos llegado (y vuelto) sin perdernos, pues había cuatro cinco cruces en caminos de tierra que a mí me hubieran llevado bastante lejos de la ruta. Es lo que tiene ir en bici sin rumbo en máquina, que sales pero no sabes ni dónde ni cuándo llegarás, y eso es bonito también. Hablamos con un paisano de un cortijo que nos dio agua, y calculo yo que 80 km después volvimos a Villafranca sanos y salvos, dispuestos a comernos una vaca entre pan y pan.
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