Animo una y otra vez a mi padre a
escribir un libro sobre las vivencias de niño en el campo por la Sierra de Aracena, pero vaya, no hay
manera de que se ponga las pilas y lo haga. Me pongo manos a la obra, con un
libro sobre las historias de mi familia en Caravales y le animo a que seamos
autores, tampoco le encaja y es una pena porque el tío, sabe escribir y tiene
unos recuerdos de esos que muchos de nosotros querríamos tener sobre historias
de Pasión por el Campo.
Ahora bien, no quiere escribir,
pues vale, pequeña trampa que le he tendido para dejaros esta entrada que hace mi padre, pues os
presento algunas cuestiones relacionadas con el Trepador azul y que le ha
enviado al amigo Antonio Pestana para su libro: Las Aves en la Cultura Popular
Ibérica:
El Trepador Azul
Conocido como: Barrera y porterita
Pequeñas historias:
Los nidos de barro.
Hubo un tiempo en que la vida en el campo tenía "actividades" muy
censurables pero inevitables si, como es mi caso, naces y te crías en él. Entre
las "actividades cinegéticas" que practicaba junto a mi hermano
estaba la de coger nidos y puedo afirmar que los de las "porteritas" había que
trabajarlos porque, una vez endurecido el barro
que éstas utilizaban para tapar los "truecos" (huecos) de las encinas, no había forma de
romperlo y podía ocurrir que si dejabas el "derribo" a medias, a la
vuelta de unos días las reparaciones estaban finalizadas y vuelta a empezar.
El
jabón casero. Aún recuerdo que nuestra madre bajaba durante el invierno
y la primavera (entonces llovía), a lavar la ropa de casa hasta un pequeño
arroyo estacional próximo al cortijo, el resto del año lo hacía junto al pozo
también muy próximo. Utilizaba como detergente un jabón hecho en casa con los
restos de tocino y grasas de la matanza y por supuesto sosa caústica. A veces
este jabón quedaba sobre la trepa de alguna encina junto al lugar donde hacía
el lavado y allí era descubierto por las "porteritas"
que daban buena cuenta del mismo. Lo curioso de todo esto es que nunca
les sentó mal porque repetian hasta el punto de que nuestra madre optaba por
envolverlo en algún trapo viejo para evitar que desapareciera.
Sirva este pequeño texto para animar a mi padre a plasmar sus experiencias de campo
sobre el papel y de igual manera seguir animando a Antonio Pestana en su afán de localizar y conservar la cultura popular del campo, que como bien dice Pestana: “lo que no se cuenta, se pierde
para siempre”.
Una magnífica foto de Antonio Pestana, de la "Porterita"
Saludos, Ivan.
lo de tu padre no tiene perdon Ivan y lo digo con conocimiento de causa .
ResponderEliminarDurante nuestras larga caminatas juntos por el campo ,he tenido la suerte de escuchar sus relatos sobre sus vivencias en la sierra de aracena y no tienen desperdicio ninguno . habra que insistirle mas