Cuenta el "boca a boca" de esta tierra que en el Arroyo de
Navaluenga había un molino harinero, donde su responsable vivía durante todo el
año manteniendo y poniendo a punto cada elemento del mismo. Una vieja choza
cerca del molino servía de cobijo a la familia molinera, que recogía los sacos
de grano para obtener la harina necesaria para poder tener pan durante una
semana o meses.
La tarde caía y con las últimas luces llegó al molino el “pielero”,
con su caballo y camino de Conquista. Al llegar, el maestro molinero lo saludó
mientras este descabalgaba de su montura:
-Vengo de comprar las pieles de Torrecampo, pero un par de
cepos del camino me retuvieron y creo que ya no alcanzo Conquista: ¿Podría
pernoctar aquí?
Mientras el maestro molinero sujetaba la cancela, le
comentó:
-No te preocupes, hay sitio para ti, pero…no tengo corrala
para la bestia.
-Perfecto pues y por el caballo no se preocupe usted que yo
lo “maneo” y de aquí no se mueve. Comentaba el “pielero” mientras descargaba
todos los bártulos de la grupa del jamelgo.
-¿Dejarlo fuera, sin corrala? Usted verá, pero mañana no
tendrá montura en la que llegar a Conquista, los lobos habrán dado cuenta de él
durante la noche.
A lo cual el “pielero” respondió:
-Ya lo veremos por la mañana.
La noche pasó y al amanecer salieron de la choza los dos
hombres en busca del caballo.
Cual fue la sorpresa del molinero, cuando vio que junto a la
bestia había tres lobos muertos.
Desde aquel instante a esta zona en la que se encuentra este viejo molino harinero en el Valle de Los Pedroches se le llama: “La quebrá del caballo”.
Desde aquel instante a esta zona en la que se encuentra este viejo molino harinero en el Valle de Los Pedroches se le llama: “La quebrá del caballo”.
Buena historia para un buen lugar...
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